¿Qué cosa? Si el fin de esta frase es generar curiosidad,
lo consigue. Una curiosidad que se transforma en intriga y desconfianza
dependiendo de qué tema estemos tratando. El arte de la seducción y el arte del
engaño se basan en la provocación. Ambos provocan curiosidad, ganas de saber
más, de descubrir. Una vez descubierto, llega la hora de la verdad, las cartas
boca arriba. Amor o fiasco.
Sin entrar en la polémica política, acordaremos que las
imprecisiones utilizadas como gancho publicitario
son un arma de doble filo.
¿Sugerir mejor que exponer abiertamente?
No es necesario describir con simpleza como quien enumera
datos nuestros servicios o destapar las propuestas hasta el más nimio detalle.
Se trata de atraer de manera que el otro sea el que da el paso, persuadir con
inteligencia, cautivar creando expectativas. Se puede y se debe generar interés
con mensajes atractivos que no esconden inesperados sobresaltos.
¿Decir la verdad ocultando algo puede ser lo mismo que mentir? ¿Es la verdad algo objetivo?
Si la letra pequeña, las unidades limitadas, o los
“desde” hacen que el interés se desinfle y sea sustituido por decepción o
sensación de engaño estamos fallando con la estrategia. Nuestra credibilidad
está en juego.
Somos esclavos de nuestras palabras y dueños de nuestros
silencios. Cuando detrás de una verdad hay un gran silencio lleno de trampas,
la verdad huye.
¿Que hable de mí aunque sea mal?
Gracias a las redes sociales, el impacto negativo de un
engaño es exponencialmente mayor que la
repercusión inicialmente pretendida.
Construir una buena reputación es una labor diaria. No
podemos tirarla por la borda al no calibrar las consecuencias de la ocultación de datos importantes.
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