Cuando se multiplican las redes DONDE insertar nuestro mensaje, QUÉ y CÓMO comunicamos siguen siendo la piedra angular del éxito de nuestro mensaje .
De la mano de internet, habitamos hoy en un entorno
ruidoso, plagado de contenidos: imágenes y textos que copan un espacio
ilimitado, aunque parezca paradójico.
Contagiados por el horror
vacui de la red, nos asalta el miedo a "no estar", y se cae en la
tentación de hablar sin decir nada, de expresar lo propio sin
transmitir emoción alguna, y de repetir lo mismo de la misma manera que los demás.
Reflexión y estrategia son dos ejercicios previos antes de
lanzarnos al abismo virtual.
Para tal reflexión, hay dos preguntas que responder:
¿Qué aportamos al
mundo?
Debemos formarnos, aprender constantemente y aceptar
consejos pero ni libros ni blogs ni gurús pueden responder por nosotros a estas
preguntas. Hemos de ser nosotros ya que
somos quienes mejor conocen nuestro trabajo.
¿Cómo conseguir
transmitir la emoción? ¿Cómo relatarlo en palabras e
imágenes?
Tres pilares sobre los que partir:
Diferenciarse:
Ante tanta oferta similar, la tarea de mostrar nuestra individualidad es
difícil. Merece la pena averiguar cuales son nuestros rasgos distintivos.
Los hay. No ha de tratarse de uno solo, sino el conjunto que nos hace únicos y
saber plasmarlo.
Ser
relevante: Insisten todos los expertos en aportar contenido de
calidad. Novedoso, provocador o exclusivo. No sólo podemos ser originales en el
tema a tratar, el tono y nuestra actitud frente al interlocutor también forman
parte nuestra marca.
Coherencia: Colores del logo, mensaje
corporativo, imágenes… Si todos se diseñan siguiendo unas directrices que sean el común denominador, seremos reconocidos con mayor facilidad. Mantener
siempre una línea coherente, acorde con nuestra filosofía y valores ejerce como
amalgama en el proceso de crear una reputación.
¿Has descubierto ya qué decir y cómo hacerlo a tu manera? ¿Valoras
más la cantidad o la calidad en el mensaje?
¡Muy bueno el post! Hace varios años que tengo varios blogs, aunque siempre creí apuntar "más al cerebro que al corazón"
ResponderEliminarSaludos
Alberto